sábado, 22 de octubre de 2016

La oración más lúcida

La oración más lúcida

"¿Alcohol? Los que beben y se emborrachan están perdidos en la vida".

Eso es lo que solía pensar Distigísmeno. Desde joven se crió en una familia cristiana. Sus padres le transmitieron con paciente cariño cómo amar a Jesús y seguir el camino de la santidad. Aprendió bien los mandamientos. Quizá demasiado bien.
Sus amigos no habían ido nunca de botellón y cuando se reunía con ellos a veces salía el tema. "Pobrecillos... beben porque son infelices..." Distigísmeno no los odiaba pero le daban pena de verdad.
Un día su amigo Félix empezó a beber y poco a poco fue separándose del grupo. El tiempo y su época juvenil iban pasando y Distigísmeno creció resentido ante la realidad del alcohol y los botellones. Puede que gracias a ello, sacara adelante sus estudios con una mente brillante y encontrase un trabajo excelente.
Se fue haciendo mayor sintiendo esa soledad que comenzó a perseguirle desde la juventud, pero hasta entonces no había querido enfrentarse con ese vacío. Ya con bastantes años, observaba por la calle de su vivienda cómo muchas noches jóvenes y adolescentes iban con blancas bolsas bien provistas. "Ya van al botellón estos muchachos..." Y como si estuviese iniciando un proceso de conversión, se dedicó a fijarse en sus caras, en sus risotadas y en la diversión de que aquellos jovenzuelos disfrutaban juntos.
Una buena noche, con la cabeza apoyada en la mano, pensó: "Parecen felices, y yo, con todo, les miro y siento... siento... ¿envidia? ¡No! Yo tengo a Dios. ¡Ellos no tienen nada!" Y se fue a dormir.
Al día siguiente se levantó más calmado. Continuaba pensando en ello, así que quiso despejarse visitando su colegio. A través de la verja contemplaba la vitalidad de los jóvenes jugando al fútbol y, ¡quién lo diría! Se encontró con Félix y hablaron largo rato. Previendo que la conversación iba a prolongarse, fueron a un bar a charlar.
-¿Sabes, Félix? Creo que he perdido mi juventud sin disfrutar cuando me tocaba. Ahora ya es tarde.
-¿Cómo que tu juventud perdida? ¿De qué narices hablas? Todos admirábamos tu inteligencia y tu constancia en el estudio. ¡Sacabas notas increíbles! ¿No recuerdas? Además, no todo era bonito en el mundillo en el que uno se suele meter a esas edades. Pero por otro lado, sí querría haber disfrutado junto a ti con una copa en la mano, como ahora.
-Cierto, pero ya no es lo mismo.
-Nunca es tarde para ser feliz, viejo amigo. Parece que no seas cristiano. ¿Qué hay de la felicidad del santo?
-Sí que soy cristiano, y tampoco es que sea infeliz, pero en parte siento un hueco en mi interior -hubo un rato de silencio en que asimilaron las palabras del otro-. Félix, ¿seguiste siendo cristiano?
-Siempre.
Distigísmeno disfrutó con Félix como nunca. Se rieron, recordaron aventuras de cuando eran pequeños y quedaron para verse más a menudo. Y aunque antes no lo hubiera reconocido, el alcohol aligeró sus risas y le encantó.
Por la noche, rezó con Dios. Fue la oración más lúcida que tuvo en su vida.

Óscar Santos Pradana


2 comentarios:

  1. Después de haber estado leyendo y releyendo esta historia,sobretodo los últimos párrafos,he llegado a la conclusión de que no entiendo del todo el transfondo y el mensaje que quiere transmitir esta bonita historia.Parece que el protagonista,cuyo nombre me parece muy original,siente envidia de las personas que beben y se emborrachan, pero se da cuenta de que él tiene algo mejor: a Dios.A lo mejor estos sentimientos tan bien plasmados pueden ser fruto de una vivencia personal, aunque dudo que así sea.Aún así, me identifico un poco con el personaje y me gusta cómo han sido descritos sus sentimientos, aunque me encantaría recibir una respuesta a mi pregunta sobre el mensaje final.Me parece ideal que invierta su tiempo en estas cosas. Gracias,un saludo.

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    1. ¡Gracias por el comentario! Ante todo, para entender cualquier relato, hay que tener presente que en general se cuentan historias que hablan del ser humano, muchas veces sin entrar a enjuiciar si una postura está bien o mal. Mi intención al escribir esta historia no es ni prestigiar la vida de un personaje ni otra. Lo que busco es hablar de estos dos personajes y de cómo han vivido sus vidas y qué han sentido, experiencias que se dan mucho en algunos de nuestros conocidos y amigos.

      Como conclusión, el mensaje final es este: antes que poner en tela de juicio la vida de una persona, es preferible entenderla y aprender lo que se pueda, que seguro que es mucho. En definitiva, querer al prójimo.

      ¡Un saludo!

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